lunes, 18 de marzo de 2013

DISTANCIA. KILOMETROS.

Parece simple poder tocar a alguien con la punta de un dedo en el hombro ¿verdad? algo habitual. Cuando llevas siete meses sin vera alguien, sin oír su voz es cuando te das cuenta de lo que valen los momentos. Los momentos en general. Empiezas a apreciar el tiempo, a aprovechar cada segundo, arriesgarte, o no hacerlo. Eso da igual, le tienes ahí, delante, pudiéndole tocar aunque sea con un dedo para comprobar que es real, eso es algo que no se puede hacer siempre. Es momento de reflexión , sí, no pretendo una entrada bonita, posiblemente nadie lea esto pero, ¿Y qué? A veces la gente no se hace a la idea de lo duro que es querer algo y tenerlo lejos. Ya no solo esa persona especial, sino esos amigos con los que has crecido. Duele, duele la distancia. Duele cada kilómetro que me separa de aquellas personas, y creerme nunca me había dado cuenta de lo que vale cualquiera de esas noches de agosto, o de esas tardes al sol. Nunca como ahora. A veces me pregunto que pasaría si el destino no nos hubiese unido de esta forma, si viviéramos en la misma ciudad, si seríamos aunque sea amigos. Pero la gente nace predestinada para encontrarse al menos una vez en la vida y eso es lo que nos hace cambiar ¿no? la gente que entra en tu vida, los que salen y los que se quedan siempre, las heridas que cada uno hizo, las que se curaron y las que aún están ahí, los sueños que cumpliste al lado de cada una. No siempre se puede ser feliz, estoy de acuerdo, pero yo prefiero llorar a su lado.

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